Por Redshift, de Autodesk.
La pandemia de COVID-19 ha supuesto un duro golpe al sector de la fabricación de Estados Unidos. Según el Bureau of Labor Statistics, en junio de 2019 había 486 000 vacantes en el sector. En mayo de 2020, la cifra había descendido a 306 000 y remontado a 336 000 el mes siguiente (lo que supone una recuperación de 10 %). Esto indica que ha bajado la demanda, pero si contamos con que el impacto de la pandemia sobre la economía estadounidense no es permanente, el déficit de cualificaciones en fabricación seguirá siendo un problema. En España, mientras tanto, la pandemia ha agravado la deprimente situación de la industria, ya castigada por la deslocalización y el coste energético, sirviendo como excusa para procesos de despidos masivos frente a una “caída de la demanda sin precedentes”.
Desde que amainó la Gran Recesión de 2007–2009, los ejecutivos del campo han intentado —sin mucho éxito— ampliar sus plantillas para hacer frente a un repunte de la demanda. Este déficit se achaca en gran medida a la escasez de cualificaciones en STEM (siglas en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) conforme la fabricación iba impulsada en mayor medida por la tecnología. Algunas de las cualificaciones más demandadas se dan en los campos de la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, el desarrollo de software y desarrollo basado en la nube. Pero esta brecha no es completamente digital. También escasean las cualificaciones en fabricación convencional tales como maquinaria, ensamblaje, gestión de calidad o ingeniería de procesos. El problema es, en parte, demográfico.
El Dr. A. John Hart, profesor adjunto de ingeniería mecánica y director del Laboratorio para la Fabricación y la Productividad del MIT, es uno de los instructores de los cursos de Fundamentos de los Procesos de Fabricación y Fabricación Aditiva para la Innovación en el Diseño y la Producción. Gentileza de M. Scott Brauer y MIT.
Se han jubilado más trabajadores del sector de la fabricación de los que se han incorporado para reemplazarlos. Aun así, no todo el mundo cree que este déficit de cualificaciones en el sector sea real. Algunos argumentan que hay trabajadores cualificados de sobra; la brecha se debe a que los fabricantes no están dispuestos a pagarles salarios atractivos. Otros argumentan que son estos últimos quienes acentúan el problema, al aumentar constantemente los requisitos en cuestión de capacitación y experiencia para los nuevos empleados.
Para Dr. A. John Hart, profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), el porqué de la cuestión no está en que los nuevos empleados del sector manufacturero tengan expectativas demasiado altas, sino en el ritmo de renovación de las cualificaciones que han de mantener a lo largo de toda una carrera laboral. “Tenemos que transformar el mercado en uno en el que las ganas y la capacidad de aprender a utilizar las nuevas tecnologías sean algo valorado entre los empleados. Un mercado en el que los trabajadores sepan reconocer el momento en el que desciende la demanda de sus destrezas y tengan la oportunidad de adquirir otras nuevas, además de ganar la confianza necesaria para ofrecerlas al mercado”, resume.
Cualificaciones divergentes
Hart cree que hace falta más diversidad en los enfoques institucionales y una oferta más accesible, de modo que los trabajadores puedan entender lo que les depara el futuro y dotarse a sí mismos del potencial de ser competitivos, en un mercado laboral voluble y una industria impulsada por la tecnología.
Además de profesor de ingeniería mecánica, Hart es también director del Laboratorio para la Fabricación y la Productividad en el Centro de Tecnologías Avanzadas de Producción Aditiva y Digital del MIT. También ha creado un curso online para poner a los profesionales al día en lo referente a impresión industrial en 3D.
Hart conoce demasiado bien los métodos tradicionales en la formación de profesionales de la fabricación: “Hay una divergencia entre las cualificaciones de los actuales trabajadores del sector y las necesarias para operar, implementar y ejecutar muchas de las tecnologías punteras de fabricación —robótica, automatización, impresión 3D—, además de para aprovechar la información que facilita la ciencia de datos aplicada a la fabricación. Existe una demanda creciente de un plan práctico de estudios que sirva de puente entre la formación profesional, de dos años, y un grado técnico de cuatro”.
Hart va más allá. También cree que hacen falta nuevas formas de enseñar, acreditar y aprender que superen el concepto del grado tradicional. El énfasis debería estar en formación y mejora continuas. Esto a menudo requiere apoyo del gobierno para la creación de programas de formación. Este tipo de programas de mejora continua también necesitan el apoyo de los fabricantes, que deberían “valorar las destrezas de sus trabajadores más allá de su jornada laboral”, sentencia Hart.
“Por mucho que te apuntes a un curso en línea buenísimo y hagas muchas preguntas, tus cualificaciones no llegarán muy lejos sin experiencia práctica”.—Dr. A. John Hart
Desde luego, muchas de las nuevas destrezas necesarias en el sector de la fabricación son digitales. Pero Hart afirma que, aunque los ingenieros sean consumidores de servicios de aprendizaje automático, no tienen por qué ser científicos de datos. “Eso sí: tienen que entender qué se puede preguntar y qué respuestas son creíbles e importantes”, advierte.
La ciencia de datos es una competencia central de muchas empresas, en las que, en algunos casos, contratan a científicos de datos de otras industrias y los incorporan a equipos con expertos de ciertas materias para crear herramientas de análisis en fábrica, caracterización rápida de materiales y tareas similares. Pero Hart recuerda que lo importante es la capacidad de colaborar con expertos de otras disciplinas, y no necesariamente haber perfeccionado cada una de las destrezas relevantes.
Educación continua
Hart ha creado un curso de 12 semanas, titulado Fabricación Aditiva para la Innovación en el Diseño y la Producción, con los profesionales en mente. “Enseña los fundamentos y aplicaciones de la impresión 3D y está pensado para ingenieros, supervisores, ejecutivos y personal de producción. Hay muchos profesionales en activo —desde ingenieros recién graduados hasta altos cargos— que quieren aprender sobre impresión 3D y cómo utilizarla en sus organizaciones. Unas 5000 personas han completado el curso. Algunos se han incorporado recientemente a puestos nuevos y quieren impulsar la impresión 3D en su organización”.
Hart también imparte Fundamentos de los Procesos de Fabricación, un curso en línea masivo y abierto (o MOOC, por sus siglas en inglés). El curso es una introducción más general a los procesos de fabricación, una versión en línea de la asignatura de grado sobre procesos de fabricación que imparte en el MIT. Miles de personas de todo el mundo han realizado este curso de iniciación, más básico, en los últimos años, y más de 400 se han ganado el certificado MITx.
Con todo, recalca Hart, “muchos de estos temas son en sí prácticos: programar un robot, llevar a cabo un test mecánico, etcétera. Por mucho que te apuntes a un curso en línea buenísimo y hagas muchas preguntas, tus cualificaciones no llegarán muy lejos sin experiencia práctica. A nivel mundial, estamos descubriendo muchísimas cosas sobre la efectividad o inefectividad del aprendizaje digital a través de todos nuestros estudiantes, que tuvieron que aprender a distancia durante la pandemia. No es solo que haya que conectarse a un vídeo y chatear. También hubo que prepararse para enviar material a nuestros estudiantes y permitirles el acceso a herramientas punteras de software para que vivieran una experiencia de aprendizaje ilimitada sin necesidad de estar en el campus o en los talleres”.
Para enriquecer la experiencia de aprendizaje en línea, una de las técnicas que Hart ha utilizado es pedir a los estudiantes que identifiquen cuánto de lo que les rodea está afectado por la fabricación. Recuerda Hart: “Les pedimos a los estudiantes que buscasen por casa y encontrasen un objeto fabricado a partir de moldeo por inyección; una pieza fabricada por vaciado; una de metal laminado… Si lo pueden desmontar, sacar fotos del ensamblaje y calcular las fuerzas necesarias, podría resultar una experiencia de toma de conciencia sobre el mundo”.
Con la llegada del distanciamiento físico de 2020, los docentes están aprendiendo los límites del aprendizaje a distancia a la hora de sustituir a la experiencia práctica con herramientas modernas de fabricación.
Estos cursos son parte de una educación continua. Completarlos no te otorga un título del MIT, pero sí un certificado homologado. Según Hart, ayuda que salga el nombre del MIT en el certificado: “Estoy orgulloso de él y quiero que esté a la altura de su reputación”.
Hart cree que muchos tipos de instituciones tienen un papel en afrontar el problema del perfeccionamiento de competencias: “Espero que en el futuro haya más colaboración entre instituciones educativas de distinta envergadura y de diferentes lugares. El sistema de los centros formativos superiores es crucial en cuanto a afrontar la falta de cualificaciones en fabricación y cultivar la fuerza de trabajo del futuro”.
Una perspectiva global
El déficit de cualificaciones en la fabricación no se limita a Estados Unidos. Hart tiene una perspectiva global: “Quizá en Alemania, China o Brasil se exprese el problema de otro modo. En China, por ejemplo, me han contado que hay un déficit de profesionales que puedan programar fresadoras informatizadas de alta calidad para la fabricación de piezas extremadamente complicadas para la industria aeronáutica. Son piezas ligeras y de geometrías complejas”.
Para Hart es esencial tener una perspectiva global en un contexto en el que la fabricación aditiva empuja a las industrias hacia la fabricación digital. Además, añade, es asequible externalizar la fabricación al extranjero. “Pero no se trata simplemente de países con salarios bajos. Muchos países han facilitado la creación del ecosistema, las cadenas de suministro, los profesionales cualificados y la flexibilidad de dichos profesionales, además de los talleres de maquinaria capaces de aumentar rápidamente su escala y establecer conocimientos especializados de primera mano”.
El MIT cuenta con residencias de verano en las que se trabajan materias como la impresión 3D. Normalmente se trata de cursos presenciales de una semana en el mismo campus. La universidad no pudo celebrarlos en 2020, pero Hart espera poder reanudar el programa el verano que viene. Son cursos breves, pero intensivos, y tienen sus ventajas, especialmente para hacer contactos.
“Como dice el lema del MIT, ‘la mente y la mano’: fusionamos la experiencia práctica, material, con la teoría y el análisis —sintetiza Hart—. Los mejores ingenieros e innovadores en el terreno de la fabricación saben comprender y utilizar los principios técnicos claves para solucionar problemas importantes y crear tecnologías y empresas que hagan avanzar a nuestro mundo de forma sostenible”.